El pasado 31 de julio falleció en su domicilio de Madrid a los 92 años de edad Alberto Ballarín Marcial, notario, agricultor, eminente jurista, estudioso del Derecho Agrario y primer presidente del Instituto de Cuestiones Agrarias y Medioambientales (ICAM).
Oscense de Sariñena, localidad de la que era hijo adoptivo, Alberto Ballarín, agrarista convencido, dedicó toda su vida a reivindicar el papel de la agricultura y del sector agrario como la piedra angular para sostener el progreso de los pueblos. Ballarín sostenía que un país con una agricultura desarrollada, moderna y competitiva es un país mucho más fuerte, más próspero y más capacitado para hacer frente a todos los retos: alimentarios, sociales, económicos y medioambientales.
Era un firme defensor de la extensión del regadío y de todas las mejoras aportadas por la tecnología agraria, como demostró durante toda su vida y en especial en los años en los que presidió el Instituto Nacional de Reforma Agraria (IRYDA), pero sobre todo fue un gran estudioso del derecho agrario y un experto en legislación agraria comparada desde que en la década de los 50 viajara a París, a Pisa, a Florencia y a Roma para investigar, gracias a una beca de la Dirección General de Relaciones Culturales, la situación del Derecho Agrario en Francia e Italia.
Fue fundador y primer director de la Asociación Española de Derecho Agrario, presidente de la Asociación Mundial de Derecho Agrario, presidente de la Asociación Española de Derecho Agroalimentario y miembro de la Academia de la Agricultura de Francia.
Fue senador de 1976 a 1982 y presidente de la Comisión de Defensa del Senado, desde donde como europeísta y atlantista convencido impulsó el ingreso de España en la CEE y en la OTAN.
Sus aportaciones al desarrollo de la política agraria nacional y a la Política Agraria Común fueron notables. Alberto Ballarín fue uno de los siete expertos europeos en los que se apoyó el comisario Fischler para preparar la Conferencia de Cork que relanzó la política europea de Desarrollo Rural, y en España, y ya como presidente de ICAM, tuvo una participación muy activa en la redacción del Libro Blanco de la Agricultura y el Desarrollo Rural, obra magna de nuestro tiempo y empeño personal del ministro Arias Cañete, que quería contar con un completo y actualizado análisis del sector agrario español.
Ballarín mantuvo siempre una gran vinculación con Sevilla, donde en su juventud ejerció como notario y donde conservó buenos amigos. Era también miembro de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de Sevilla.
Publicó más de una veintena de libros sobre agricultura, derecho agrario, economía y geopolítica... y cientos de artículos, y en su dilatada trayectoria, fue distinguido con la Gran Cruz del Mérito Agrícola, la Cruz de Honor de San Raimundo de Peñafort, la Orden del Mérito Agrícola Francés, la Orden del Mérito de la República Italiana, la Orden Nacional do Cruceiro do Sul de Brasil, la Orden del Mérito Constitucional y la Distinción de Honor de ICAM, que recibió en 2009.
Con su fallecimiento perdemos a uno de los grandes referentes de nuestro sector. Culto, gran conversador, comprometido con España, con su agricultura y su mundo rural. Era un pensador clarividente al que sin duda vamos a echar mucho de menos en esta etapa de incertidumbre y zozobra. Desde ASAJA-Sevilla e ICAM queremos trasladar nuestro más sentido pésame a sus familiares, discípulos y amigos. Descanse en paz